martes, 20 de marzo de 2018

ICONOGRAFÍA DE JEREMÍAS



                                                                      Francesc Ramis Darder
                                                                     bibliayoriente.blogspot.com


La historia del Arte contempla múltiples representaciones del profeta Jeremías. La abadía de Moissac (Francia) fue levantada en 1063 sobre las ruinas de otro templo destruido por los musulmanes tras la batalla de Poitiers. Las esculturas del claustro y el pórtico constituyen una de las cimas del románico. La figura del profeta Jeremías, esculpida en el pórtico aparece con bigote y portando una cinta con frases del libro. El profeta Jeremías figura con frecuencia en el arte medieval; entre los ejemplos más citados: San Ambrosio de Milán, San Vital de Ravena, la Biblia de Roda, Catedral de Cahors, Catedral de Cremona, en los mosaicos de Santa Maria del Trastevere (Roma); en el siglo XIII figura esculpido en la Catedral de Chartres y en la portada central de la Catedral de Amiens.

    Diego de la Cruz creó el “Cristo de la Piedad entre los profetas David y Jeremías” (Museo del Prado, 1495-1500, 60,2 x 93,6, técnica mixta, tabla, Museo del Prado). El artista representó varias veces el tema del Cristo de la piedad; quizá la más elaborada, le representa junto a David y Jeremías. En el centro, aparece Cristo como Varón de dolores; a su derecha figura David y a su izquierda Jeremías. Cristo figura coronado de espinas, con los ojos abiertos, vestido con el perizonium y con la capa sobre los hombros, muestra las llagas de la Crucifixión. Cristo invita a los fieles a contemplar su dolor; pues el sacrificio de Cristo en la cruz redime el pecado del mundo. La figura de Jeremías está envuelta por una cinta que recoge el mensaje de su libro que alude, desde la perspectiva cristiana, al dolor de Jesús en la pasión. El profeta señala con su mano izquierda la figura de Cristo para indicar que en el Mesías entregado a la pasión se cumplen las promesas de la Antigua Alianza, esbozadas en el libro de Jeremías.

    Desde la perspectiva del Gótico Hispanoflamenco, Miguel Jiménez y Martí Bernat plasmaron a “Jeremías, Joel y Miqueas” en el Retablo de Santa Cruz (Iglesia de Blesa: Teruel, 1481-1487); Jeremías, incrustado en un medallón, está envuelto en la parte inferior por una cinta que recoge el mensaje de la profecía.

   El Pórtico de la Gloria, Catedral de Santiago de Compostela, ofrece representaciones, en las columnas de la puerta central y en las puertas laterales, imágenes de profetas, apóstoles y otras figuras simbólicas. En la columna de la izquierda, y comenzando por la que mira al Apóstol, destaca la figura de Moisés con las tablas de la ley; Isaías con el bastón; Daniel y Jeremías con barba; todos sujetan una cinta que lleva su nombre. Igualmente, la Catedral de Mallorca, entre las figuras de cinco profetas y cinco patriarcas, sobre el Tímpano del Portal del Mirador, donde intervinieron Jean de Valenciennes y Enric l’Alemany (siglo XIV), aparece la figura de Jeremías, pensativo y con barba.
    
    El cincel de Donatello plasmó en mármol al profeta Jeremías (1423-26). El artista eligió como modelo a un amigo florentino, Francesco Soderini; atento a la perspectiva de su tiempo, el profeta aparece vestido de toga y con aire pensativo. Al decir de los críticos, con la escultura de Jeremías y la de Habacuc, Donatello acrisola las bases de la escultura renacentista. El escultor diseñó las imágenes para decorar el Campanile de la Catedral de Florencia, pero hoy se encuentran en el Museo dell’Opera del Duomo (Florencia).

    Miguel Ángel plasmó la figura de Jeremías en los frescos de la Capilla Sixtina (1511). Jeremías fue el último profeta pintado por Miguel Ángel en la Sixtina. Intuyendo la destrucción de Jerusalén, el profeta se muestra pensativo. El trono sobre el que se sienta resulta pequeño comparado con la imagen del profeta; el artista quiso plasmar la superioridad de Jeremías sobre los dignatarios de su tiempo, quizá los reyes, representados por el trono. El tono meditativo, acendrado en la figura femenina que aparece en el fondo, expresa la tensión y la angustia que tranzaron su vida. La gran  volumetría de la figura quiebra el espacio plano donde está pintado, proyectando las piernas hacia el espectador; podríamos decir que a la figura no le basta el marco del dibujo, metáfora del AT, sino que necesita vislumbrar un espacio más amplio, alegoría del NT hacia el que apunta, desde la perspectiva cristiana, la predicación de los profetas. El vestido del personaje presenta una intensa armonía cromática, muy bella, que establece un contraste con el claroscuro de la parte inferior; simboliza el contraste entre la fuerza de Dios que le protege, representa por la fuerza del color, y la persecución de sus convecinos, expresada por los trazos del claroscuro.
  
   El arte de Rembradt se plasma en la obra “Jeremías lamenta la destrucción de Jerusalén” (Museo Rijksmuseum, 1630, 58,3 x 46,6, óleo sobre tabla). Jeremías aparece contemplando la destrucción de Jerusalén por las armas de Nabucodonosor II (587 a.C.). Está sentado sobre unas rocas a las afueras de la ciudad, apoyando su rostro, triste y melancólico, sobre el brazo izquierdo. A su lado destacan las piezas de un tesoro, quizá lo que pudo rescatar entre las ruinas del templo devastado. Detrás del profeta figura una columna, metáfora de la entereza con que quiso sostener la fidelidad de su pueblo a los preceptos divinos. Al fondo, despunta el resplandor de la ciudad en llamas, incendiada por los babilonios. La luz de las hogueras ilumina la figura del anciano profeta que, con gesto de tristeza, constata la destrucción de la urbe. Las zonas donde no llega la luz se mantienen en la sombra; pues solo el profeta constituye un rayo de luz, alegoría de fidelidad al Señor, en las sombras que envuelven Sión, símbolo de la idolatría. El juego de luz y sombra lleva a los comentaristas a percibir en el cuadro la influencia de Caravaggio. El naturalismo que dibuja al personaje en la senectud (frente arrugada, cabello largo y fino, manos y pies de piel fláccida) determina que los críticos entienden que el artista eligió a su padre, Harmen van Rijn, como modelo.

   Marc Chagall (1887-1985), pintor francés de origen bieloruso, ha dejado una pintura sobre Jeremías (1968). El profeta aparece en su senectud portando un volumen, alegoría del libro que lleva su nombre. El aspecto pensativo y meditabundo de la figura, recuerda la introversión del profeta, acongojado por la inminente destrucción de Jerusalén, nacida del desprecio del pueblo hacia los mandamientos. Sobre la imagen del profeta y como colocada en otra dimensión aparece una figura celestial; representa la protección y el consuelo con que Dios fortaleció a Jeremías mientras predicaba en Jerusalén, desdeñado por la nación, como expone el relato de vocación (1,4-14).

    A modo de síntesis, apreciamos que la iconografía ha tendido a dibujar a Jeremías en su edad madura, y no con el semblante adolescente del relato de la vocación; quizá su vejez prematura refleje las cicatrices de la persecución. Su carácter pensativo evoca el presagio de la destrucción de Jerusalén y el exilio, mientras la presencia del libro refleja la obra que lleva su nombre. Ahora bien, el llanto de Jeremías no brota del penar desesperado, pues el profeta sabe que a su lado, sea cual sea la adversidad, le protege la mano del Señor, representado por el almendro, el árbol que vela por el profeta durante el invierno de la historia.      

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