sábado, 28 de noviembre de 2015

¿QUÉ ES EL ADVIENTO?


                                                                                       Francesc Ramis Darder

El Adviento es el tiempo litúrgico de la esperanza. El tiempo en que esperamos la llegada del Señor, primero en Navidad, y después al final de los tiempos, cuando irrumpa plenamente el Reino de Dios. Como atestigua la Escritura, Dios actúa en bien de su pueblo de muchas maneras; a modo de ejemplo, el Señor liberó a Israel de la esclavitud de Egipto y le entregó la Tierra Prometida.

Cuando el Señor quiere transformar el alma de su pueblo, lo hace con la caricia de la misericordia. ¿Qué significa la palabra misericordia? El término castellano “misericordia” procede de la lengua latina, y proviene de la adición de dos palabras: “miser” que significa “pobre”, y “corda” que significa “corazón”. Aunando ambas palabras y adoptando un tono poético, apreciamos el significado de la voz “misericordia”; es misericordioso quien entrega alguna de sus cosas, o aún mejor, se entrega a sí mismo, para calmar la pobreza del corazón de su hermano. Jesús es misericordioso porque se entregó a sí mismo para liberarnos de la fiereza del pecado e insertarnos en la senda de la libertad cristiana. Jesús es misericordioso porque entregó todo lo que tenía para calmar la pobreza de los afligidos; entregó su tiempo para escuchar a quien sufría y entregó su gracia para curar a los enfermos.

El evangelio que hemos proclamado constituye un buen ejemplo de la actuación misericordiosa de Jesús. Cuando el Señor predicaba en Palestina, la situación social era muy adversa. La opresión de los romanos y las arbitrariedades de los dirigentes judíos hundían Israel en la miseria y sembraban la desesperanza en el corazón del pueblo. Acercándose el penar de la gente, Jesús les decía: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje”. ¿Qué significa la afirmación de Jesús?

Al decir de los antiguos, el sol no solo era un astro; era también el signo del poder, representaba a los poderosos que mantenían al pueblo en la opresión y la miseria. Dice Jesús a sus discípulos, tened esperanza porque llegará el día en que los malvados, representados por el sol, desaparecerán. La luna era para los antiguos un astro sorprendente, pues cada día cambia de cara, en lenguaje astronómico, cambia de fase; la luna era el símbolo de los mentirosos, aquellos que cambian de cara para engañar a la gente. Anuncia Jesús a los apóstoles, tened esperanza porque llegará el día en que los mentirosos, representados por la luna, caerán. Las estrellas del cielo son innumerables; para los antiguos constituían el símbolo de quienes solo piensan en acaparar bienes sin fin hundiendo a los demás en la miseria. Advierte Jesús a quien le escucha, tened esperanza porque llegará el día en que aquellos que viven en la ostentación vana, representados por las estrellas, desaparecerán.

Los discípulos podrían preguntar a Jesús: ¿cómo desparecerán los opresores, los mentirosos y los ostentosos?: es decir: Señor ¿cuál es tu propuesta para construir un mundo nuevo? Jesús ofrece una respuesta contundente: el mundo cambiará cuando la sociedad perciba la llegada del Hijo del hombre. ¿A qué se refiere Jesús cuando habla de la llegada del Hijo del hombre?

El Antiguo Testamento anuncia la llegada del Hijo del hombre; un personaje enviado por Dios que enseñará al ser humano a construir una sociedad justa. ¿Cómo lo hará?; pues, plantando en el corazón del hombre las tres actitudes que trasforman la sociedad corrupta en espejo del Reino de Dios: la opción por servir al prójimo, la decisión por compartir los bienes, y el empeño por una vida humilde y profunda. A lo largo del evangelio, Jesús se identificó con el Hijo del hombre. Jesús, la presencia encarnada de Dios entre nosotros (Jn 1,1.14), se caracterizó por la humildad y la profundidad de su vida, sirvió a su prójimo y compartió su existencia con los discípulos. Jesús cambió el mundo con las manos de la misericordia que tomó la forma del servicio, la hondura, la humildad y la capacidad de compartir la vida con sus discípulos.

Adviento es el tiempo de la esperanza. Atentos al mensaje de Jesús, edifiquemos el Reino de Dios con las pautas de la misericordia. Ahora bien, como sabemos, las fuerzas humanas no bastan para construir el Reino de Dios. Solo podemos construir el Reino de Dios si contamos con la fuerza que Dios nos da; por eso dice Jesús a sus discípulos: “Estad, pues, despiertos en todo tiempo”; afinando la traducción, podríamos entender: “Estad, pues, orando en todo momento”. Durante la plegaria, el Señor nos da su gracia para que podamos vivir la misericordia que edifica un mundo solidario.



    En esta Eucaristía, pidamos el Señor que derrame su gracia sobre nosotros para que seamos testigos de la misericordia divina en las entrañas de la humanidad, tan necesidad de justicia y de ternura.

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