viernes, 17 de julio de 2015

¿QUÉ ES EL PROFETISMO BÍBLICO?



                                                 Frncesc Ramis Darder



S. Anthonioz, Le prophétisme biblique (Lectio Divina; Editions du Cerf; Paris 2013). 267 pp. ISBN: 978-2-204-098228-1. Eur 25.

Stéphanie Antonioz es doctora en historia y civilizaciones de la Antigüedad y en historia de las religiones del Oriente antiguo. Alumna titular de l’École biblique et archéologique française de Jerusalem; desde 2010 imparte enseñaza sobre el Antiguo Testamento en la facultad de teología de Lille.

    El libro abre sus páginas con la “Introducción” que lleva por título: Una historia del profetismo en Israel, objeto de la investigación y metodología investigativa”. La autora comienza situando a los profetas (Nevi’m) en el conjunto de la Biblia hebrea. A continuación establece el objetivo y el método para estudiar el profetismo del antiguo Israel con intención de escribir su historia; ahora bien, la autora precisa que su objetivo no estriba en proponer una historia del profetismo a través del discurso profético y teológico de los textos bíblicos, sino bucear en las fuentes históricas del texto para elaborar una historia crítica. Acto seguido, ahonda en las cuestiones filológicas para precisar el significado bíblico del vocablo “profeta”; atendiendo al calado de la historia antigua, establece la categoría del profeta en el seno de los procesos de adivinación en vez de abordarlo desde el desarrollo teológico del mensaje de los profetas.

    Concluida la “Introducción”, la autora abre la Primera Parte del libro, 21-110, relativa a los “Profetas Anteriores”. El primer capítulo, “el profetismo antiguo”, comienza presentando los procesos adivinatorios, propios del Oriente antiguo; a continuación, señala las notas del profetismo en el seno de la adivinación; después, esboza el elenco del corpus profético que floreció en el Próximo Oriente antiguo (Mari y Nínive). El capítulo segundo, “el corpus profético de Levante”, comienza esbozando los grandes hitos que trenzaron la historia oriental: especialmente los acontecimientos de la historia asiria relacionados con Judá. Seguidamente, emprende la descripción de los diferentes tipos de oráculos, a saber, Oráculos de construcción de ciudades: inscripción de la ciudadela de Amán; Oráculos dinásticos: La estela de Dan; Oráculos de guerra y victoria: La estela de Mesha, la estela de Zakkur; Balaam: fuentes históricas del relato bíblico; Ostraca paleo-hebreos.

    El capítulo tercero abraza “la historia deuteronomista: vestigios de una adivinación activa y nacimiento del profetismo mosáico ideal”. La autora comienza con una breve historia de la investigación de la historia deuteronomista; a nuestro entender, la síntesis es muy clara y bibliográficamente muy útil y precisa. Acto seguido, destaca la entereza de la historia deuteronomistra para condenar las prácticas adivinatorias; después, sintetiza las prácticas de cariz adivinatorio que tapizan la historia deuteronomista. El capítulo cuarto, “Profeta y/o rey: un ideal deuteronomista”, comienza con un estudio muy erudito sobre los estratos de redacción que afloran en el conjunto Samuel-Reyes; después, con notable erudición, esboza el proceso histórico y teológico con que la Escritura construye la identidad de Samuel; de modo paralelo, expone la construcción de la figura de Saúl como caricatura de la institución monárquica.

    La Segunda Parte del libro, 111-227, está consagrada a los “Profetas Posteriores”. El capítulo quinto trata la figura del “profeta Isaías, durante la etapa de Ajaz (Is 7-10) y Ezequías (Is 36-39)”; después de situar el relato bíblico en el trasfondo histórico del Próximo Oriente, estudia la misión de Isaías, tal como la describe la Escritura; con intención pedagógica, esboza una sinopsis del relato bíblico que expone la misión de Isaías en tiempos de Ezequías. Finalmente, discute las diversas opiniones sobre el papel de Is 36-39 en el seno del libro de Isaías. El capítulo sexto, “el Segundo Isaías: ¿un profetismo sin profeta?”, comienza estudiando el contexto del exilio donde brotó el Segundo Isaías; después, expone las grandes líneas teológicas de Is 40-66; finalmente, comenta el valor de la Palabra de Dios como protagonista del Deutero-Isaías. El capítulo séptimo, “Jeremías: profeta del libro”, comienza analizando los sucesos que jalonaron el destierro; a continuación, constata la complejidad del proceso teológico e histórico que desembocó en la redacción final del libro; en último término, apunta las características del profetismo jeremiano. El capítulo VIII, “Ezequiel: profeta extático”, abre sus páginas para recoger la opinión de los exegetas sobre la personalidad de Ezequiel, ya sea como profeta o vidente extático; seguidamente, discute las atribuciones de profeta extático que, tan a menudo, le atribuye la exégesis; en último término, ancla el libro en la corriente característica del profetismo antiguo. El capítulo noveno, “el Libro de los Doce”, contempla los llamados “profetas menores” desde la perspectiva canónica; analiza el orden, cronológico y simbólico, en que la Escritura dispone los doce profetas; esboza las diversas hipótesis redaccionales; finalmente constata la pluralidad del pensamiento profético y el proceso a través del que la redacción final del Libro de los Doce ha tendido a uniformizar el planteamiento teológico de la profecía.

    La autora pone fin a su obra con unas breves “Conclusiones”; un “elenco bibliográfico indicativo”, el índice de nombres propios” y el “índice general”.

    A nuestro entender, cinco características convierten la obra de Anthonioz en un volumen muy interesante y novedoso sobre los estudios del profetismo bíblico. Primero: el empeño de la  autora por trenzar la historia del profetismo sobre el cañamazo de los acontecimientos antiguos, sin acotar el estudio a la aparente evolución del mensaje teológico, confiere al libro una interpretación novedosa que permite situar la predicación profética en el marco sociológico que la vio nacer. Segundo: la constante y erudita referencia al pensamiento oriental, especialmente por cuanto concierne a los métodos adivinatorios, sitúa el profetismo bíblico sobre el cañamazo de la teología propia del Oriente antiguo. Tercera: la presentación teológica de los grandes bloques de la profecía bíblica: (Isaías, Segundo-Isaías y sus derivaciones teológicas, Jeremías, Ezequiel, el Libro de los Doce) posibilita que el lector pueda captar el contenido teológico de la profecía bíblica; además, el empeño por establecer una comparación con la cultura orienta realza la identidad peculiar del profetismo que aparece en la Escritura.

Cuarto: La autora no se detiene en la descripción del profetismo bíblico en el marco oriental; sino que, por una parte, sintetiza la historia de la investigación y ofrece un elenco bibliográfico actualizado y, por otra, expone las líneas actuales de la investigación y expresa, científicamente, su opinión personal. Quinto: aunque el elenco bibliográfico aparezca meramente como “indicativo”, constituye una presentación bibliográfica muy solvente de los actuales estudios sobre la teología profética; de modo parejo las notas a pie de página, ricas en cuanto al comentario y al pluralidad de autores citados, realzan la solvencia del libro.

    En definitiva, el libro de Anthonioz constituye una aportación novedosa y científicamente muy solvente sobre la historia del profetismo bíblico en el marco de la teología y la historia de la cultura del Próximo Oriente Antiguo.

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