lunes, 22 de junio de 2015

¿QUÉ ES LA SUPERFICIALIDAD?

                                                                  Francesc Ramis Darder


El verano es para muchos un tiempo de ocio, descanso y vacaciones; y conviene que también sea un período donde podamos acrecentar la calidad de nuestra vida en todos los aspectos humanos y cristianos.

    Por un instante, dirijamos la atención a uno de los “típicos” turistas que visitan nuestras tierras. Llegan hasta nosotros con la intención de ver muchas cosas, cuantas más mejor, pero sin profundizar en ellas. Visitan los lugares emblemáticos, rápidamente, sin detenerse a palpar el latido de la historia que palpita en cada rincón. Obtienen de cada lugar numerosas fotografías y, sin embargo, carecen de tiempo para inhalar el espíritu de cada recodo. Ciertamente, esa es la caricatura de un turista “típico”, pero en lugar de despreciarla extraigamos una lección útil para nuestra vida cristiana.

    ¿Acaso no somos demasiadas veces turistas de la Palabra de Dios? A menudo, no prestamos atención al Evangelio que se lee en la Eucaristía, conocemos sólo algunos pasajes aislados de la Biblia; quizá nos hemos detenido en algunas páginas realizando, como los turistas, “numerosas fotografías”, sin detenernos a saborear la Palabra de Dios para que cale en el hondón de nuestra alma y la transforme de raíz.

    Los católicos no podemos permitirnos el lujo de ser turistas del Evangelio, sino que debemos leerlo, orarlo y vivirlo con profundidad. Sólo así experimentaremos lo que anuncia la Sagrada Escrituara: “tu palabra Señor mantiene a los que creen en ti” (Sb 16,26); y viviendo de esa manera plantaremos la semilla de Reino de Dios en el corazón de cada persona.


                                                                                


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