lunes, 20 de octubre de 2014

EL LIBRO DE JUDIT: INTRODUCCIÓN GENERAL


                                                 
                                                      Francesc Ramis Darder


Toda sociedad necesita referentes culturales y religiosos para mantener su identidad y acrecer su prestancia. La figura de Judit constituye un referente paradigmático para la comunidad judía y la Iglesia cristiana. A lo largo del artículo esbozaremos las cuestiones generales propias del libro de Judit. La sinopsis argumental, el idioma del relato, la estructura, el contenido teológica, el género literario y la canonicidad. Una breve conclusión pondrá fin al estudio.



1.Sinópsis.

    El rey Arfaxad, soberano de los medos, amuralló la ciudad de Ecbátana. Nabucodonosor exigió el auxilio de otros monarcas para doblegar a Arfaxad, pero los reyes de Occidente desdeñaron la llamada. Después de conquistar Ecbátana, Nabucodonosor eligió a Holofernes para que acabara con los occidentales rebeldes. Tras abatir numerosas naciones, Holofernes oteó el país de los judíos. El sumo sacerdote Joaquín, asustado del envite, ordenó a los habitantes de Betulia que frenaran el avance enemigo, pues de su empeño dependía la subsistencia de Jerusalén.

    Sorprendido por el arrojo, Holofernes requirió informes sobre el pueblo judío. Ajior, jefe amonita enrolado con los asirios, informó al general. Cuando concluyó el relato, Ajior advirtió a Holofernes del riesgo del ataque, pues si los judíos no habían cometido pecado, Dios lucharía a su lado y abatiría las huestes asirias. Dolido de la advertencia, Holofernes entregó a Ajior a los habitantes de Betulia para que pereciera con los judíos  durante la conquista de la ciudad. Recluido en la villa, Ajior desveló los planes de Holofernes a los jefes de Betulia.

    Los asirios ocuparon las fuentes para rendir la ciudad por sed. Cuando el agua se acababa, los judíos se inquietaron. Entonces Ozías, un jefe de la ciudad, conminó al pueblo a resistir cinco días; si al cabo del tiempo Dios no salvaba Betulia, Ozías la entregaría a Holofernes. Conocedora de la respuesta, Judit, una viuda judía, increpó a Jarmís y Jabrís, jefes de la ciudad: “Saldré con mi sierva y antes de cinco días vendrá el Señor en defensa de Israel a través de la empresa que voy a realizar” (Jdt 8,33). Tras implorar el auxilio divino, se vistió de gala y junto a su criada se dirigió al campamento asirio. Al verla, los soldados la condujeron a presencia de Holofernes. Ante el general, la viuda auguró el inminente pecado del pueblo, pues, como sentenciara Ajior, sería el pecado la causa que precipitaría la caída de Betulia. Acogida en el campamento, Judit no comía alimentos impuros, cada noche se retiraba al raso a orar y purificaba su cuerpo con agua de la fuente.

    Cuando al cuarto día Holofernes banqueteaba con sus oficiales, hizo llamar a Judit. Los dignatarios dejaron solos en la tienda a Judit y Holofernes. Cuando el asirio se durmió ahíto de vino, Judit, implorando el auxilio divino, tomó su cimitarra y le cortó la cabeza. Después huyó con su sierva hasta Betulia, llevando consigo la cabeza de Holofernes. Al entrar en la ciudad, los judíos la agasajaron, contentos de ver como el Señor había salvado la ciudad por mano de mujer. Judit mostró a Ajior la cabeza del asirio; atónito ante el prodigio, Ajior se adhirió a la fe judía; después, colocaron la cabeza en la muralla.

    Al amanecer, los israelitas atacaron el campamento enemigo. Cuando los asirios los vieron, corrieron a llamar a Holofernes; pero al encontrarlo muerto fueron presa del pánico. Los israelitas los batieron. El sumo sacerdote Joaquín, gozoso por la victoria y la salvación de Jerusalén, acudió a Betulia para contemplar la gesta y bendecir a Judit. La viuda se llenó de gozo y entonó un himno de alabanza; junto al pueblo acudió a Jerusalén para agradecer al Señor la victoria. Tras volver de Sión, Judit concedió la libertad a su sierva y distribuyó su hacienda entre los pobres; vivió hasta los ciento cinco años, admirada por todos.


2.¿En qué lengua se escribió el libro de Judit?

    El libro de Judit ha llegado hasta nosotros en lengua griega. Las diversas clases textuales, o recensiones, en que ha llegado el relato griego pueden sistematizarse en cuatro: Hexaplar, Luciánica, A, B. La recensión Hexaplar contiene el texto trasmitido por Orígenes (ca 254). La llamada Luciánica está conforme con la Hexaplar, aun así contiene variantes significativas. La conocida como A tiende a abreviar el texto; mientras la B, con la intención de obtener una lectura más inteligible, tiende a ampliarlo. Las diferencias entre las diversas recensiones manifiestan la multitud de copias que los escribas hicieron del relato; el hecho insinúa el gran uso del libro entre los antiguos, tanto judíos como cristianos.

    Aunque solo dispongamos del texto griego, s. Jerónimo (ca. 400) afirma en la introducción con que prologa el libro de Judit que lo tradujo al latín valiéndose de un manuscrito arameo y de diversos manuscritos latinos, ya existentes. Analizando el estilo literario y considerando la opinión de s. Jerónimo, podemos afirmar que el libro fue escrito en lengua hebrea o aramea y que después fue traducido al griego, lengua en que ha llegado hasta nosotros.


3.La estructura del libro de Judit.

    La estructura de una obra literaria constituye el pentagrama sobre el que el autor dispone la trama para que el lector pueda interpretarla con los instrumentos de la razón, la sensibilidad, la intuición y la creatividad. Cuando leemos el libro de Judit, apreciamos la existencia de dos bloques literarios. El primero trata de las campañas de Nabucodonosor y de los preparativos de bélicos de Holofernes para acabar con el pueblo judío (Jdt 1-7). El segundo describe el empeño de Judit para liberar con la ayuda de Dios a los judíos amenazados por Holfernes (Jdt 8-16). Ahondando en el análisis, podemos perfilar la estructura precisa de cada sección.

Primera sección: Jdt 1-7.

a.La fiereza de Holofernes, auspiciada por Nabucodonosor, conquista las naciones: Jdt 1,1-3,10.
   b.Israel se dispone a defenderse del ataque de Holofernes: Jdt 4,1-15.
      c.Holofernes habla con Ajior: Jdt 5,1-6,11.
      c’.Ajior habla con los israelitas: Jdt 6,12-21.
   b’.Holofernes se dispone a la guerra contra Israel: Jdt 7,1-5.
a’.Holofernes emprende el ataque contra Betulia, mientras los israelitas piensan rendirse: Jdt 7,6-32.

    Desde el aspecto literario, la estructura que hemos perfilado se denomina ‘paralelismo inverso’. El primer apartado (a) se corresponde inversamente con el último (a’): mientras Holofernes consigue la rendición de las naciones (a) no acaba de conseguir la rendición de los judíos (a’). El segundo apartado (b) se corresponde antitéticamente con el penúltimo (b’): cuando Israel se dispone a defenderse de Holofernes (b), Holofernes se prepara para la conquista de Betulia (b’). El tercer apartado (c) también se corresponde inversamente con el antepenúltimo (c’): por una parte, cuando Holofernes habla con Ajior, decide enviarlo a Betulia para que muera con los judíos durante la conquista (c); por otra, los judíos de Betulia dialogan con Ajior para acogerle en la ciudad (c’). En el centro del episodio, despunta la doble actitud respecto de Ajior: mientras Holofernes lo rechaza, los israelitas lo acogen.

Segunda sección: Jdt 8-16.

a.Descripción de la identidad de Judit: Jdt 8,1-8.
  b.Judit se propone salvar a su pueblo: Jdt 8,9-10,8.
   c.Judit sale de Betulia: Jdt 10,9-10.
    d.Judit vence a Holofernes: Jdt 10,11-13,10ª.
   c’.Judit regresa a Betulia: Jdt 13,10b-11.
  b’.El pueblo, atento a la proeza de Judit, vence a los enemigos: Jdt 13,12-16,20.
a’.Encomio de Judit: Jdt 16,21-25.

    La segunda sección se entreteje en torno a lo que llamamos ‘paralelismo análogo’. El primer apartado (a) señala la personalidad de Judit, mientras el último (a’) la ensalza. El segundo (b) anuncia el empeño de Judit por salvar a su pueblo, y el penúltimo (b’) recalca tesón de Judit para impeler al pueblo a la destrucción de los enemigos. El tercero (c) enfatiza el momento en que Judit abandona Betulia, mientras el antepenúltimo (c’) certifica su regreso. El centro de la sección (d) subraya la proeza de Judit que abate a Holofernes.

    La estructura del relato invita al lector a extraer dos conclusiones. Primera: El corazón de la primera parte (Jdt 1-7) confronta, como hemos visto, la maldad de Holofornes hacia Ajior con la bondad con que lo acoge la comunidad de Betulia (c-c’). A lo largo de la segunda sección, la victoria de Judit propicia la conversión de Ajior, mientras la malevolencia de Holofernes desemboca en la derrota de los asirios. Segunda: el hondón de la segunda sección (Jdt 8-16) radica en la muerte de Holofernes por el coraje de Judit, segura del auxilio divino. De ese modo, el lector percibe las dos cuestiones decisivas que, a nuestro entender, conforman el relato. Por una parte, el lector descubre que la bondad de Dios, oculta tras la identidad de Judit, salva Israel del acoso extranjero; por otra, descubre que Ajior, atónito ante la proeza de Judit, se adhiere al Dios de Israel.

    De ese modo, constatamos como el contenido del relato es tan importante como la forma en que la estructura lo dispone. A tenor del contenido y la estructura, el lector puede comenzar su personal proceso de conversión. Recordando la entereza con que Dios salva a su pueblo, por mano de Judit, debe ahondar en su decisión de adherirse a la bondad de Dios como hizo Ajior, atento a la actuación de Dios por medio de la heroína de Betulia. Así percibimos que el texto bíblico nunca es neutro. Entendido desde la fe, el libro de Judit renueva la convicción del corazón creyente en la fidelidad de Dios hacia su pueblo, a la vez que le impulsa a depositar con mayor ahínco su confianza en el Dios que libera.


4.Autor y lugar de composición del libro de Judit.

    El libro de Judit nace de la pluma de un autor anónimo. Aún así, podemos intuir entre sus páginas alguna información sobre su personalidad. Como decíamos antes, el libro constituye la traducción al griego de un texto hebreo o arameo. Desde ese horizonte, el autor ha de ser judío; y lo mismo el traductor que lo vierte al griego sin borrar el tono hebreo del relato, tono que despunta en las referencias al Dios de Israel (Jdt 6,21) o la mención de los sacrificios del templo de Jerusalén (Jdt 4,14).

    Ahora bien, el autor es un judío de fe profunda y buen conocedor de su religión. Por eso pone en labios de Judit la mención de la alianza (Jdt 9,13), realza la santidad del Templo de Sión (Jdt 4,2-3; 8,21.24; 9,8-13; 16,20), encomia la Ciudad Santa (Jdt 4,2; 10,8; 11,19; 15,9; 16,18.20), subraya la dignidad del sumo sacerdocio (Jdt 4,6.14-15: Joaquín), valora el diezmo (Jdt 11,13), conoce la liturgia del santuario de Jerusalén (Jdt 4,14; 9,1; 16,18) y alude a las disposiciones del Deuteronomio (Jdt 5,17-21; 11,10; cf. Dt 28-30). Como buen conocedor de la religión, pone en boca de Judit los nombres que la Escritura vincula a la identidad de Dios: el Señor (Jdt 4,2); el Dios de Israel (Jdt 6,21); nuestro Dios, Señor de nuestros padres (Jdt 7,28); Señor, Dios de mi padre Simeón (Jdt 9,2); Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel (Jdt 9,12); el Señor, Dios de Israel (Jdt 12,8).

    En definitiva, el autor es un judío palestino que escribió el relato en hebreo o arameo. La cultura religiosa del autor, como desvela el libro, permite adscribirlo al grupo de los fariseos: judíos especialmente fieles a la Ley de Dios, empeñados en mantener la identidad religiosa y cultural de la comunidad judía. Si el autor es un judío palestino, el libro ha nacido, sin duda en Jerusalén, corazón religioso de la comunidad y ámbito principal de la actividad de los fariseos.


5. Cuándo y por qué se escribió y se tradujo el libro de Judit.

5.1.La redacción.

    Cuando el historiador lee al libro de Judit, le vienen a la memoria los acontecimientos que trenzaron la etapa Macabea. A partir del año 198 a.C., Palestina formó parte del Imperio Seléucida. Un imperio que se extendía desde la frontera de Egipto hasta abarcar Mesopotamia. Aunque agrupaba numerosos pueblos, la ideología helenista empapaba las líneas de gobierno y el tejido social. El helenismo teñía con el pensamiento griego las costumbres de los pueblos orientales; de ese modo, los seléucidas iban imponiendo la moda y la religión griega en detrimento de la lengua y la religión propia de los pueblos orientales.

    El rey Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C.) decidió unificar la estructura del imperio seléucida. Por esa razón estableció la unidad lingüística, cultural y religiosa de sus estados; es decir, tendía a sustituir la religión y la cultura propia de cada pueblo por el culto y el pensamiento helenístico. El pueblo judío sufrió el acoso de Antíoco. El soberano entronizó la estatua de Zeus Olímpico en el Templo Jerusalén; así, reemplazaba el culto hebreo por la religión de corte helenístico. Entre otras cuestiones, prohibió la circuncisión, penalizó la observancia del sábado y dificultó la práctica de las costumbres hebreas; de esa manera cercenaba la cultura y la idiosincrasia judía (1Mac 1,29-40).

    Los hebreos no permanecieron de brazos cruzados ante el despotismo de Antíoco. Encabezados por los hermanos macabeos (1Mac 2,1-14), muchos judíos se sublevaron contra las insidias de Antíoco. Lograron vencer a Antíoco IV y a sus sucesores, hasta proclamar la independencia del país del dominio seléucida. Gracias a la victoria macabea, el pueblo judío conservó su religión y su cultura. Si la comunidad hubiera claudicado ante los golpes de Antíoco, quizá hubiera sucumbido, como aconteció con otros pueblos orientales.

    Los acontecimientos que acabamos de mentar, sugieren el entramado del libro de Judit. El totalitarismo de Nabucodonosor y Holofernes contra los judíos evoca el despotismo de Antíoco IV contra la comunidad hebrea. El miedo de los dignatarios de Betulia (Ozías, Jabrís y Jarmís) sugiere el pánico que embargó a los judíos, temerosos del ocaso de la religión y la cultura judía bajo los puños de Antíoco IV. La valentía de Judit alude al coraje de los hermanos macabeos que, enamorados de Dios y de su pueblo, batieron a los seléucidas. La muerte de Holofernes por mano de Judit y la derrota del ejército asirio denotan el fin del dominio seléucida sobre la patria judía.

    Así pues, el libro de Judit constituye, entre otros temas, el reflejo teológico de los acontecimientos que trenzaron la victoria judía sobre la tiranía seléucida. A nuestro entender, fue escrito en hebreo o arameo a finales de la etapa macabea (150-140 a.C.), una vez asentada la independencia judía, para ofrecer a la comunidad una pauta de reflexión sobre los sucesos pasados. De esa manera, la comunidad ahondaba sobre dos cuestiones principales: reconocía el auxilio permanente con que Dios protege a su pueblo, a la vez que empeñaba la vida en defenderse, con el auxilio divino, del envite de cualquier enemigo.

    Vencida la opresión seléucida, los lectores ahondaron en el calado espiritual del libro. La violencia de Antíoco IV, oculta tras la furia de Nabucodonosor y Holofernes, había pasado; pero la comunidad continuaba sufriendo el acoso de la idolatría, la mayor amenaza contra la fe hebrea. No olvidemos que el Antiguo Testamento suele asociar la tiranía de las grandes potencias sobre la tierra israelita con la seducción idolátrica que cercena la fe judía (cf. Is 10,5-19; 47). Muchos hebreos, deslumbrados por la parafernalia helenista, descuidaban su religión y se asimilaban a la moda griega hasta abandonar la fe para adherirse a las creencias helenas. De ese modo, la fidelidad de Judit instaba a la comunidad hebrea, acosada por la idolatría, a luchar para defender la integridad de la fe, a pesar de las insidias idolátricas, ocultas bajo el lienzo de la invasión asiria.  


5.2.La traducción.

    El libro tuvo repercusión entre la comunidad hebrea de Palestina. El éxito determinó que los judíos jerosolimitanos lo tradujeran al griego para los judíos de la diáspora, a inicios de la etapa Hasmonea (135-104 a.C.). El término diáspora alude a las comunidades judías que viven en el extranjero, entre paganos. Como sabemos, los seléucidas adoptaron la lengua griega como vehículo de expresión. Así pues, los judíos tradujeron el libro al griego no sólo para que pudieran leerlo los de la diáspora, sino para que también pudieran leerlo los paganos y así conocieran el alma judía y la grandeza del Dios de Israel.

    Con la traducción griega, la figura Judit acreció su prestancia, a la vez que adquirió realce la personalidad de Ajior. El nombre “Judit” significa “la Judía”, y constituye la metáfora de la identidad de todo judío fiel: testigo fehaciente de la grandeza del Dios de Israel, el Dios liberador. Como señala el relato, Ajior era pagano, general amonita enrolado en las tropas de Holofernes (Jdt 5,5). Cuando Ajior vio que el Dios de Israel había salvado al pueblo hebreo por medio de Judit, creyó en Él, se hizo circuncidar y quedó inscrito para siempre en la casa de Israel (Jdt 14,10). De ese modo y al decir del libro, la fidelidad de los judíos de la diáspora, oculta tras el velo de Judit, debe manifestarse de tal modo en su conducta ética que pueda propiciar la conversión de los paganos, representados por Ajior, a la comunidad del Dios de Israel.

    Como es obvio, los judíos de la diáspora también sufrían la tenaza idolátrica, oculta, como hemos comentado, bajo la fiereza de las grandes potencias. El embeleque pagano constituía un peligro para los judíos de la diáspora. De ahí que, como Judit, debían acrisolar la fe ante la amenaza helenística; por eso Judit constituía un buen ejemplo del judío fiel a Dios y su pueblo, capaz de salvaguardar la fe en tierra pagana.

    
6.¿Cuál es el género literario del libro de Judit?

    La textura del libro insinúa la naturaleza de un relato de cariz histórico, pero al ahondar en la cuestión apreciamos numerosas incoherencias. A pesar del empeño de la arqueología, sigue sin conocerse la localización de Betulia (Jdt 8,3-8). La historia no conoce ningún personaje llamado Arfaxad que reinara en Ecbátana (Jdt 1,1), tampoco ningún Holofernes, general de Nabucodonosor (Jdt 2,4). Aunque el texto afirme que Nabucodonosor reinó sobre los asirios desde la ciudad de Nínive (Jdt 1,1), tanto los estudios históricos como la Escritura certifican que gobernó sobre los babilonios desde la capital de su imperio, Babilonia (605-562 aC.) (cf, 2Re 24,1). Si siguiéramos ahondando, apreciaríamos otras dificultades: la incerteza sobre la existencia de Betomestáin (Jdt 4,6), o la desmesurada rapidez con que se desplaza el ejército asirio hacia el país de los judíos (Jdt 8,5).

    A tenor de las apreciaciones anteriores, el horizonte del relato no pivota sobre la solvencia de acontecimientos históricos o lugares geográficos; sin duda, los judíos que leían el libro ya conocían la inexactitud de algunas informaciones. Entonces, si el relato carece de fuste histórico, ¿a qué género literario pertenece?

    El libro constituye un relato metafórico de cariz edificante que, entretejido con alusiones históricas y menciones geográficas, acrece la piedad, la identidad y la fe del pueblo judío. Por una parte, ensalza la entereza con que Dios concede la victoria a su pueblo ante el envite enemigo. Por otra y a modo de correlato, subraya que los paganos, representados por Ajior, atentos a las proezas de Dios a favor de su pueblo, pueden encontrar el sentido de su vida adhiriéndose al Dios de Israel. Aún así, conviene precisar otros tres aspectos teológicos del relato.

    Primero: ¿Por qué el libro presenta errores históricos y geográficos? A nuestro entender, el autor insertó los errores de forma deliberada. El motivo político estriba en la necesidad del camuflar el contenido del relato. Si en vez de mencionar a Holofernes aludiera a Antíoco IV suscitaría la fiereza seléucida contra el autor y los lectores, si es que el imperio recuperaba el control sobre Palestina.

    No obstante, los errores deliberados apelan también a motivos teológicos. La lectura espiritual del libro insta a la comunidad a protegerse de la opresión idolátrica, entre otros temas. Como hemos señalado, bajo la mención de Nabucodonosor y Holofernes palpita la saña idolátrica de los paganos. Ahora bien, existen pasajes idolátricos caracterizados por el estilo confuso con que el autor los redactó (cf. Is 40,19-20; 44,9-20); así el autor de los textos señala, incluso literariamente, la confusión que la idolatría provoca en quienes adoran fetiches.

    Si analizamos el relato, observaremos que la primera parte (Jdt 1-7), dedicada a los preparativos asirios, presenta gran confusión histórica y geográfica, eco de la idolatría propia de la potencia despótica. Aunque la segunda parte presente menos confusiones (Jdt 8-16), también las evidencia, de ahí la imposibilidad de localizar Betulia. Los habitantes de Betulia tiemblan de miedo ante el invasor (cf. Jdt 8,9-19); y como señala la Escritura, el miedo constituye la expresión psicológica de la desconfianza en Dios, es decir, la expresión de la idolatría (cf. Is 7.1-9). Así la confusión deliberada del relato sugiere, por un lado, la entidad idolátrica del envite asirio; y, por otro, enfatiza el miedo de los moradores de Betulia, eco de la desconfianza en Dios que embarga su alma ante el ataque asirio.

    Segundo: Cuando el texto confronta la magnitud del ejército asirio con la reducida fuerza judía, sorprende al lector. El coraje de una sola persona, Judit, provoca la derrota de un ejército de ciento veinte mil infantes y una gran cantidad de caballos con doce mil jinetes (Jdt 2,4). La desproporción evoca la naturaleza de los relatos apocalípticos que tapizan la Escritura (cf. Ez 38-39). Entre otros temas, la apocalíptica subraya como Dios otorgará la victoria a Israel sobre todos sus enemigos, al final de los tiempos. Así pues, cuando el libro de Judit recalca la victoria judía sobre el vasto ejército asirio, también enfatiza la solvencia de Dios que otorgará a su pueblo la victoria definitiva sobre las potencias del mal, al final de los tiempos. De ese modo, el relato insufla esperanza en la asamblea judía; pues, a pesar de cualquier oprobio, Dios coronará a su pueblo con la corona de la gloria, al final de la Historia.

    Tercero. Aunque viuda, Judit no es en absoluto modelo de debilidad. Su larga genealogía indica su raigambre social en Betulia (Jdt 8,1-3), su piedad refleja la entereza de la fe (Jdt 8,4-6), su riqueza encomia su solvencia social (Jdt 8,7b-8), su belleza desvela su atractivo (Jdt 8,7ª). La astucia de Judit con Holofernes evoca, sin duda, la pericia de David contra Goliat, la entereza de Yael contra Sísara o el coraje de Débora contra las tropas de Yabín (cf. 1Sm 17,1-54; Jc 4,1-22).

    Sin embargo, fijémonos en un detalle: una sola persona, Judit, fiel al Señor, alienta la destrucción de los enemigos y encauza a la comunidad por la senda dispuesta por Dios (Jdt 15,8-16,20). El suceso recuerda un verso relevante de la tradición judía: “el Señor ha tomado la decisión de salvar a su pueblo; pero para eso no necesita un grupo numeroso, sino aquellas personas que busquen la santidad (AntBi 27,14). La figura de Judit forja la imagen del judío fiel que busca la santidad, el halito de Dios que conduce la historia hacia el horizonte de los cielos nuevos y la tierra nueva inscritos por Dios en el corazón de cada persona (Is 66,22; Jr 31,31-34; Ap 21,1-8).


7.Canonicidad.

    Conforman el Canon los libros que integran la Sagrada Escritura. Aunque los judíos valoren el libro de Judit, no lo consideran canónico; entre otras razones, porque solo se ha transmitido en griego y no en hebreo. Sin embargo, durante la Edad Media algunos rabinos intuyeron relaciones entre la fiesta de la Hanukká, memoria de la dedicación del Templo de Jerusalén, y el libro de Judit (cf. Jdt 16,18-20); quizá los judíos leyeran el libro en la sinagoga, durante la Hanukká.

    Las Iglesia nacida en Oriente, influida por la práctica judía, tendió a desdeñar la canonicidad del libro; sin embargo, el Concilio de Nicea (325) afirmó su canonicidad. La Iglesia Occidental reconoció la canonicidad del libro; así lo afirman, por ejemplo, s. Hilario de Poitiers (315-367) o s. Agustín (354-430). Rabano Mauro (+ 856) escribió el primer comentario cristiano al libro de Judit. El libro forma parte del Canon de la Iglesia Católica, mientras nuestros hermanos protestantes no lo consideran canónico.


Conclusión


    El libro de Judit ofrece una pauta de conducta a quien lo lee desde el horizonte de la fe. Recuerda que Dios protege siempre a su pueblo, sea cual sea la adversidad, hasta otorgarle la victoria definitiva, al final de los tiempos. De ese modo, propone al creyente una vivencia intensa de la fe que provoque en el tejido social la pregunta por la identidad de Dios, liberador de su pueblo y amigo del ser humano.     

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