sábado, 21 de abril de 2012

¿QUÉ ES LA TRADUCCIÓN DE LOS SETENTA, O SEPTUAGINTA (LXX)?

                                                                                  Francesc Ramis Darder

    Una porción del pueblo hebreo emigró a Egipto estableciéndose en la ciudad de Alejandría. La metrópoli disponía en la embocadura de su puerto de un faro considerado una de las maravillas del mundo; y también contaba con una biblioteca que era, a su modo, otro faro que irradiaba en Oriente la sabiduría de la antigüedad clásica. Los hebreos vivían en un ambiente cosmopolita donde se hablaba el griego, y a través del puerto y de la biblioteca abrieron su corazón a la cultura universal.

    Los judíos se reunían cada sábado para meditar la Sagrada Escritura redactada en hebreo. Pero muy pronto se percataron de un detalle: si querían anunciar su fe a los ciudadanos de Alejandría y deseaban, a la vez, que el AT fuera patrimonio cultural de la humanidad, no les quedaba más alternativa que traducir la Palabra escrita en hebreo al idioma griego; pues el hebreo solo lo comprendía la pequeña comunidad israelita.

    Notemos como los motivos que impulsaron al pueblo elegido a traducir el AT fueron dos: el deseo de compartir su cultura con el resto del Mundo, y, sobre todo, y eso es lo crucial, la pasión por anunciar la fe contenida en el AT. Esta traducción del AT del hebreo al griego, realizada en la ciudad de Alejandría durante los siglos III-I aC, se denomina “Traducción de los Setenta” o “Septuaginta” (LXX).

    Cuando nació la Iglesia cristiana surgió una pregunta: ¿Qué Antiguo Testamento debemos tomar, el original escrito en hebreo, o la traducción griega de los Setenta? Y la comunidad cristiana eligió, sobre todo, la traducción griega.

    La Iglesia no sentía aversión alguna por la lengua hebrea, pues los judíos son nuestros hermanos mayores en la fe; sino porque la Iglesia es misionera en su misma naturaleza. Si la Iglesia hubiera adoptado sólo el AT hebreo, quizá hubiera quedado reducida a un grupúsculo en el seno del judaísmo. Pero al adoptar la Septuaginta y escribir el NT en griego, adquirió la posibilidad de difundir el cristianismo con gran rapidez en el mundo antiguo para sembrar la semilla del Reino de Dios.

    La motivación de cualquier tarea de la Iglesia debe sustentarse siempre en el deseo de anunciar a Cristo resucitado, iluminando con la luz del evangelio en las estructuras del Mundo y el corazón de la Humanidad.

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