martes, 17 de abril de 2012

MARÍA. LA MAGDALENA: TESTIGO PRIVILEGIADO DEL AMOR APASIONADO POR JESÚS

                                                                                                             Francesc Ramis Darder

    A doce kilómetros de Cafarnaún y bañada por las aguas del mar de Galilea emergía la ciudad de Magdala. Hacia el año 67 dC la ciudad contaba con 40.000 habitantes dedicados, en su mayor parte, a la pesca y a tareas relacionadas con ella como son la industria de salazón y la fabricación de anclas.

    La tradición cristiana sitúa el nacimiento de María Magdalena en la ciudad de Magdala; por ese motivo el apelativo “Magdalena” indicaría el lugar de origen de María; es decir, la ciudad de Magdala. Pero no es ese el único significado del término “Magdalena”. La palabra “Magdalena” procede de la voz hebrea “Magdal” que significa “fortaleza, castillo”; y, no en vano, en la ciudad de Magdala se erigía una plaza fuerte que albergaba una guarnición militar.

    Este segundo significado del término “Magdalena” define perfectamente a María. Ella no es únicamente la mujer originaria de Magdala; sino, principalmente, la mujer fuerte, la mujer que, a modo de fortaleza inexpugnable, custodia entre los muros de su alma el amor apasionado por Jesús, el Señor.

    María, la Magdalena; es el prototipo del amor apasionado por Jesús. Ella amó a Jesús, cuando predicaba el evangelio en las aldeas de Galilea (Lc 8,1-3); sólo ella expresó con sus lágrimas el amor por Cristo cuando su cuerpo yacía muerto en las tinieblas del sepulcro (Ju 20,11); y fue ella la primera en amar a Jesús resucitado al rayar el alba del día de Pascua (Lc 20,12-18).

     La fortaleza de María Magdalena radica en que amó a Jesús cuando estaba vivo y recorría las tierras israelitas predicando la Buena Nueva; pero, y eso es lo más difícil, amó a Jesús cuando había muerto, y también gozó de la presencia del Señor resucitado. Por eso ella es la “mujer fuerte”, el paradigma de la vivencia confiada y radical del Evangelio tanto en los tiempos de gloria como en los altibajos del dolor y el desencanto. Sólo ella amó a Jesús cuando vivía, cuando estaba muerto y cuando resucitó el domingo de Pascua. El amor apasionado por Jesús convirtió a María en la Magdalena, el baluarte de la comunidad cristiana que emprendía la senda del Reino de Dios.


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