domingo, 5 de febrero de 2012

NACIMIENTO, DESARROLLO Y OCASO DEL IMPERIO PERSA

El imperio babilónico mantuvo su consistencia durante el reinado de Nabucodonosor II (605-562 aC.). El rival más importante del emperador babilónico fue Ciaxares, rey de Media, quien antaño se había aliado con Nabopalasar, rey de Babilonia, para certificar con la toma de Nínive el ocaso definitivo de Asiria (612 aC.). Mientras Nabucodonosor consolidaba su posición en Mesopotamia, Siria y Palestina; Ciaxares reforzaba las bases del Imperio medo y establecía la capital en Ecbátana. Ciaxares alcanzó Asia Menor y entró en conflicto con Alyattes, rey de Lidia. Nabucodonosor, haciendo uso de su preponderancia internacional, fijó la frontera entre los imperios medo y lidio en el río Halys.

    Tras conquistar Jerusalén, Nabucosonosor realizó campañas militares en el oeste para sofocar la inquietud sembrada por las insidias del faraón Apries (589-570 aC.). Nabucodonosor asedió Tiro durante trece años, y fustigó Celesiria, Judá, Moab y Amón. Los griegos, en el año 570 aC., derrotaron al faraón Apries (589-570 aC.). El ejército egipcio se rebeló, y como fruto de la revuelta el general Amasis se proclamó faraón. Nabucodonosor aprovechó la ocasión y emprendió una campaña de castigo contra la potencia del Nilo para impedir futuras agresiones de Egipto contra Babilonia.

    Cuando murió Nabucodonosor (562 aC.) comenzó el declive de Babilonia. Nabusodonosor II fue sucedido  por un hijo suyo, Amel-Marduk (562-560 aC.), denominado por la Escritura Evil-Merodak, que liberó de la prisión a Jeconías (cf. 2R 25,27-30). Amel-Marduk fue destronado por Nergalsérer (560-556 aC.), quien murió en combate al cabo de cuatro años (556 aC.) y dejó en el trono a un hijo menor de edad, Labasi-Marduk; el cual fue destronado por Nabonides (556-539 aC.).

    Nabónides pertenecía a una familia de estirpe aramea originaria de Jarán. Devoto del dios lunar Sin, pretendió elevar a su divinidad predilecta al rango supremo del panteón babilónico y reconstruyó su templo en Jarán. Las innovaciones religiosas le granjearon muchas enemistades, sobre todo, el desprecio por parte de los sacerdotes de Marduk. La rebelión de parte de los ciudadanos babilónicos obligó al rey a trasladar su residencia al oasis de Teima, en el desierto de Arabia, al sureste de Edom. El monarca dejó la administración de Babilonia en manos de su hijo Bel-sarusur. La división religiosa provocada por la irrupción del culto al dios Sin junto con la lejanía que mantenía el rey con los centros de gobierno, sembraron la confusión política y religiosa en el Imperio.

    Cuando murió el rey medo Ciaxares, le sucedió su hijo Astiages (585-550 aC.). Durante el reinado de Astiages, un rey persa, vasallo de los medos, Cambises I (600-559 aC.), hijo de Ciro I, contrajo matrimonio con Mandane, hija de Astiages, rey de los medos. El hijo de Cambises I y Mandane fue Ciro II el Grande (559-530 aC.). Ciro II, con la intención de debilitar a los medos, formó con el faraón Amasis (570-526 aC.), y con Creso (560-546 aC.), rey de Lidia, una alianza militar. Conquistó Ecbátana, destronó a Astiages, y devino rey de medos y persas (550 aC.). Nabónides, temeroso de la pujanza del nuevo monarca, alteró las alianzas internacionales y formó con Amasis y Creso una alianza contra el rey persa. Ciro reaccionó y conquistó Sardes (547/6 aC.) incorporando, de ese modo el territorio lidio a su imperio. Ciro prosiguió con sus conquistas: dominó la mayor parte de Asia menor hasta el mar Egeo, atravesó Hircania y Partia y llegó al río Yakartes. Ciro II había alcanzado el mayor imperio conocido hasta entonces.

    La conquista de Babilonia se produjo con gran facilidad. Nabónides había perdido la Alta Mesopotamia, al igual que la provincia de Elam, cuyo gobernador, el general Gobrias, se había pasado a las tropas de Ciro y realizaba incursiones contra el territorio babilónico. Los cambios cultuales emprendidos por Nabónido habían provocado la desconfianza del pueblo. El ejercito de Nabónides fue derrotado en la batalla de Opis (539 aC.), y Ciro entró triunfante en Babilonia siendo aclamado como libertador. Ni la capital, Babilonia, ni ninguna otra ciudad circundante fue destruida. Ciro restauró y practicó el mismo el culto al dios Marduk, desterrado antaño por Nabónides. Ciro llegó a proclamar que gobernaba Babilonia por decisión del dios Marduk. Ciro instaló a su hijo Cambises como su representante personal en Babilonia, y hacia el año 538 aC. todo el oeste de Asia, hasta la frontera con Egipto, le pertenecía.

    La política de Ciro se caracterizó por la magnanimidad con que trató a los pueblos conquistados. La Sagrada Escritura muestra la magnificencia del mediante el llamado “Edicto de Ciro” (Esd 1,2-4; 6,3-5), mediante el que permitía a los judíos deportados regresar a Jerusalén y reconstruir el Templo. Cuando Ciro murió en combate contra los pueblos nómadas que vivían más allá del río Yakartes, le sucedió en el trono su hijo Cambises (530-522 aC.). Cambises incorporó el país del Nilo al Imperio persa (525 aC.), también consiguió la sumisión de los griegos de Liban, Cirene y Barca.

    Sin embargo, a partir del año 522 aC., el Imperio persa sufrió trastornos que comenzaron que amenazaron con resquebrajarlo. Cuando Cambises atravesaba Palestina, regresando de Egipto, tuvo noticias de que Gaumata había usurpado el trono y había recibido el acatamiento por parte de las provincias orientales del Imperio. Cambises se suicidó (522 aC.) y un oficial de su séquito, Darío, hijo del sátrapa Hispates, y miembro de la familia real por línea colateral reclamó el trono. Darío apresó a Gaumata y lo ejecutó. La asunción del trono por parte de Darío I Histapes (521-486 aC.) tiñó el país de revueltas. En la misma capital, Babilonia, Nidintunbel, se erigió a sí mismo como rey con el nombre de Nabucodonosor III, y consiguió mantenerse en el trono algunos meses hasta que fue depuesto y ejecutado por Darío. Los disturbios se extendieron por Media, Elam, Persia, Armenia, y en toda la extensión de Irán, alcanzando Egipto y Asia menor. Las revueltas tenían el color nacionalista pues cada región perseguía desgajarse del Imperio.

    Las dificultades de Darío para afirmar el trono fueron muchas, y no llegó a asegurar la corona hasta finales del 520 aC. Darío llevó el ejército hasta el Indo, por el oeste, a lo largo de la costa africana hasta Bengazi y por el norte, a través del Bósforo, embistió contra los escitas. Su imperio se extendía desde el valle del Indo hasta el mar Egeo, desde el Yaxartes hasta Libia; y, en Europa, incluía Tracia y una franja de los Balcanes a lo largo del Mar Negro, al norte del Danubio. Darío confirió al imperio una organización administrativa férrea. Lo dividió en veinte satrapías; Palestina y Siria constituían la quinta satrapía y Egipto la sexta. Cada satrapía estaba gobernada por un sátrapa que dirigía la región con un amplio poder autonómico; aunque, eso sí, vigilado por militares directamente responsables ante el rey. El sistema de gobierno pretendía equilibrar el dominio de la autoridad central con un cierto grado de autonomía local. Darío I construyó Persépolis, unió el Nilo con el Mar Rojo a través de un canal, dotó al imperio de buenas vías de comunicación, desarrolló un sistema de monedas, fortaleció el comercio. Durante su reinado, el Imperio persa alcanzó su máximo desarrollo. Sin embargó fracasó en el intento de conquistar Grecia: la escuadra persa fue destruida por la tormenta frente al monte Athos y su ejercito fue derrotado por los griegos, al mando de Alcibíades, en la llanura de Maratón (490 aC.).

    Cuando murió Darío I subió al trono su hijo Jerjes (486-465 aC.). El nuevo monarca aplastó la revuelta que había estallado en Egipto poco antes de la muerte de su padre (485 aC.), y un poco más tarde reprimió, con mucha vilencia, la revuelta que se había encendido en Babilonia (482 aC.). Pacificado el imperio, Jerjes decidió la invasión de Grecia. Construyó un puente sobre el Helesponto, penetró en Macedonia y derrotó a los espartanos en la Termópilas, conquistó Atenas y la incendió. Sin embargo la reacción griga no se hizo esperar. La escuadra persa fue vencida en la batalla de Salamina, el ejército derrotado en Platea (479 aC.), y el resto de la flota fue destruido en las proximidades de Samos. Finalmente, los persas fueron vencidos junto a la orilla del río Eurymedón (466 aC.), y Jerjes desistió del intento de apoderarse de Grecia.

    Jerjes murió asesinado y le sucedió su hijo Artajerjes I Longimano (465/4-424 aC.), quien apartó el heredero legítimo para alcanzar el trono persa. El comienzo de su reinado coincidió con el ataque de los griegos contra Chipre. Más tarde, en el año 460 aC., se rebeló Egipto, bajo la égida de Inaros, dinasta libio que contaba con el apoyo de Atenas. El bajo Egipto se sacudió el dominio persa, con excepción de Menfis, que fue asediada por los persas. El ejército persa, dirigido por Megabyzus, sátrapa de Abar-nahara, reconquistó Egipto (ca. 456 aC.), y con la ejecución de Inaros (454 aC.) concluyó la revuelta. A pesar de la victoria, el señorío persa sobre Egipto comenzó a manifestar su debilidad. Megabyzus se rebeló contra Artajerjes I (449/8 aC.), y las autoridades persas tuvieron que establecer un pacto con el disidente para que continuara gobernando Egipto. Por otra parte las tropas griegas acosaron al ejército persa cuyo emperador tuvo que firmar la paz de Calliás (449 aC.). Como consecuencia de ese tratado, las ciudades de Asia Menor, aliadas de Atenas, recibieron la libertad; el ejército persa se comprometía a no cruzar el este del río Halys y su flota debía abtenerse de navegar por el Egeo.

    A la muerte de Artajerjes I (424 aC.) subió al trono su hijo Darío II Notos (423-404 aC.), tras asesinar al heredero legítimo, Jerjes II. El nuevo monarca contempló cómo la paz de Nicias (421-414 aC.) interrumpía la guerra del Peloponeso; pero vió también la reanudación de dicha contienda, y su final que tuvo lugar con la capitulación de Atenas (404 aC.). Aprovechándose de los conflictos en Grecia, los persas, mediante el soborno y la diplomacia, restablecieron su dominio sobre Asia Menor. Sin embargo la situación del Imperio persa, en el seno de la coyuntura internacional, aparecía cada vez más endeble.

    El sucesor de Darío II, Artajerjes II Mnemón (404-358 aC.), contempló como Egipto se sublevaba y se declaraba independiente (401 aC.). Antes de que pudiera reaccionar contra el levantamiento egipcio tuvo que sofocar la rebelión interna dirigida por su hermano Ciro. Artajerjes II perdonó a Ciro, pero el príncipe, reunió un ejército de mercenarios griegos en Asia Menor con el que marchó contra Babilonia donde murió tras ser derrotado en Cunaxa (401 aC.). La retirada de los griegos vencidos la narra Jenofonte en la Anábasis. Derrotado Ciro, Artajerjes II tuvo que consolidar sus posiciones en Asia menor y contra los griegos. El rey persa provocó la insidia entre los gobernantes griegos, y el país heleno padeció sucesivas guerras civiles de carácter local. La desmembración de Grecia permitió que Artajerjes II pudiera imponer condiciones de paz que resultaban ventajosas para los intereses persas (Paz del Rey 386 aC.). Sin embargo cuando Artajerjes II parecía haber establecido la paz en su reino, estalló la revuelta de los sátrapas en zona occidental del Imperio. Los sátrapas del oeste eran, en la práctica, reyes hereditarios que gobernaban las zonas occidentales del Imperio sólo bajo el control nominal de la corona. Los sátrapas se coaligaron y, ayudados por el faraón Tajos, emprendieron la marcha contra Mesopotamia (ca 360 aC.). Cuando las tropas cruzaban Siria, estalló una sublevación en Egipto, y el faraón abandonó la coalición para volver a Egipto y asegurarse el trono; con lo que la revuelta de los sátrapas perdió su virulencia y se restauró la sumisión de las provincias al poder imperial.

    Muerto Artajerjes II subió al trono Artajerjes III Ocos (358-338 aC.). El monarca asumió el trono tras asesinar a todos sus hermanos, aplastó con dureza las revueltas que resurgían en el Imperio, incendió Sidón, y reconquistó Egipto (343 aC.). Artajerjes III murió envenenado como su sucesor Arses (338-336 aC.); y su sucesor, Darío III Codomano (336-331 aC.), contempló el ocaso definitivo del Imperio Persa. Durante el reinado de Artajerjes III, Filipo II de Macedonia iba consolidando su poder en Grecia, y con la victoria de Queronea (358 aC.) puso bajo su dominio a todos los griegos. El mismo año en que subía al trono de Persia Darío III (336 aC.), Filipo moría asesinado y su hijo Alejandro de Macedonia, Alejandro Magno, le sucedía en el trono.

    Alejandro Magno (336-323 aC.), educado por Aristóteles, emprendió la conquista del Imperio Persa. Cruzó el Helesponto y derrotó a los persas en Gránico (334 aC.). Dominó Asia Menor y derrotó al ejército persa en Issos (333 aC.); Darío III huyó de la contienda bndonando incluso a su propia familia en manos de Alejandro. Decido a la conquistar el Imperio Persa, Alejandro comenzó por asegurar el dominio sobre los flancos occidentales. Avanzó por el sur a lo largo de la costa mediterránea. Las ciudades fenicias capitularon; Tiro, que opuso resistencia, sucumbió tras siete meses de asedio. Tras tomar Gaza conquistó Egipto (332 aC.). Los egipcios, cansados de la opresión persa, recibieron a Alejandro como libertador y le proclamaron faraón. En el curso de la conquista de Fenicia y Egipto, Alejandro se anexionó Judea y Samaría. Los judíos recibieron al nuevo monarca pacíficamente, seguramente no percibieron diferencia entre el señorío persa y el conquistador griego. Samaría acogió pacíficamente al nuevo sobrano, pero pronto estalló una revuelta en Samaría, en la que murió Andrómaco, el prefecto que Alejandro había establecido en Siria. Como represalia, el ejército de Alejandro destruyó Samaría y se estableció en su lugar una colonia macedónica.

    Darío III opuso una última resistencia al envite de Alejandro; pero Darío fue derrotado en Gaugamela y su ejército vencido definitivamente en Arbela (331 aC.). Acto seguido, Alejandro entró triunfante en Babilonia, después en Susa y finalmente en Persépolis. Alejandro llevó sus campañas allende el Indo (327/6 aC.). A los 33 años enfermó y murió en Babilonia.

    Cuando Alejandro murió las disputas entre sus generales, los diadocos, sembraron de fisuras la supuesta solidez del Imperio. El general Tolomeo se adueñó de Egipto y estableció la capital en Alejandría, mientras Seleuco tomó posesión de Babilonia (312/1 aC.) y extendió sus dominios por el territorio de Siria e Irán. Ambos generales ambicionaban el control de Palestina y Fenicia; pero tras la batalla de Issos (301 aC.) ambos territorios quedaron bajo la soberanía de Tolomeo.

                                                                                                    Francesc Ramis Darder 

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